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Conferencia de la historiadora María Helena Capelato: “Es necesario recordar el pasado para transformar el presente”

Dra. CapelatoMaría Helena Capelato tenía 20 años cuando los militares dieron el Golpe de Estado que derrocó al Presidente brasileño Joao Goulart en 1964 y gran parte de su juventud estuvo marcada por las historias de amigos exiliados, torturados y muertos. El tema de la dictadura se tornó en algo muy personal del cual no quiso hablar durante mucho tiempo. Ni aún cuando obtuvo su Doctorado en Historia Social en la U. de Sao Paulo (USP) y se consagró como historiadora. “Cuando comencé a estudiar América Latina yo decía `no quiero saber nada de la dictadura` porque para mí era muy difícil recordar y los ejercicios de memoria eran algo traumático”. Pero cuando llegó la hora de presentarse al concurso de profesora titular en la USP, la Dra. Capelato decidió que era un buen momento para revisar el pasado y hablar de lo que estaba en silencio. “Tuve que elegir un tema y presentarlo. Ahí fue, que a manera de homenaje –porque tengo muchos amigos que vivieron la represión- comencé a indagar sobre la dictadura argentina. No fue fácil, sufrí mucho pero me preparé para hacer una reflexión de historia y memoria de la dictadura”.

El reconocimiento de la academia

Es así como inició una serie de investigaciones que la destacan como especialista en esta área y hoy la línea de Estudios de la Memoria Social en América Latina, se empina como una de las más potentes que tendrá el Núcleo Científico en Ciencias Sociales y Humanidades de la UFRO.

Coherente con esta apuesta, la Dra. Capelato dio la conferencia “Dictaduras en América del Sur: memorias traumáticas y conflictos de memoria", la cual reveló en profundidad la cuestión de la memoria en Argentina, Brasil y Chile.

El análisis que la investigadora hizo, resumió algunos eventos traumáticos que fracturaron a las sociedades de Chile, Argentina y Brasil sucedidos entre las décadas de 1960 y 1980 y que marcaron fuertemente el presente y también la visión de futuro de estos países, impactando también al resto de Latinoamérica. Es una historia de tiempo presente, sustentada metodológicamente en relatos orales donde los participantes son fundamentales: “Trabajamos con una fuente de datos compleja, debido a la subjetividad ya que el testigo es actor y narrador de su propia época. La situación se torna más complicada cuando es el historiador el que experimentó estas vivencias, pues se propone construir un relato donde él participó y es también objeto de análisis”, explicó. Se suma a que todos estos relatos constituyen un problema historiográfico, sociológico y psicológico. “La situación de los estudios académicos sobre la memoria, es muy distinta en estos tres países: en Argentina hay un exceso de memoria con dificultad de establecer la necesaria distancia que permita el análisis, Brasil tiene muy poca y en Chile, después de 40 años, recién comienza el proceso de reflexión y construcción de conocimiento desde las universidades”.

Las claves de la memoria

Según la Dra. Capelato sobresalen tres cuestiones importantes: primero, hay una relación entre memoria, historia y testimonio. La segunda es la construcción de marcas o lugares de memorias vinculadas a la época de dictadura (fechas, monumentos, parques) y una última que tiene que ver con los problemas que surgen cuando se “usa” la memoria.

Capealto y Denegri“Se sabe que los sobrevivientes a un genocidio nunca lograr describir la experiencia del horror vivido. Viven con un sentimiento permanente donde los que no vivieron la situación parecieran no interesarse por saber lo que les pasó y esta es la situación que se repite con las víctimas de las dictaduras”, dijo. Y no es que se trate de construir una narrativa épica, sino de evitar que el pasado caiga en el olvido. En este caso, el historiador/narrador recupera elementos excluidos por la historia y con ello trabaja la posibilidad de transmitir la experiencia vivida por sujetos anónimos en situaciones de extrema violencia. Es necesario que el investigador reflexione sobre lo que ha sido olvidado o reprimido y es quien tiene la responsabilidad de escuchar narraciones insoportables y llevar adelante la historia. “En definitiva, se trata de recordar el pasado para transformar el presente”.

Ahora bien, las memorias de los horrores cometidos en dictadura han sido divulgadas de distintas maneras. En época de represión los espacios públicos estaban invadidos y había una caracterización donde “buenos” y “malos” estaban claramente identificados. Reinaba la censura y los recuerdos debían ser olvidados. En democracia, esas memorias cobran fuerza y surgió una pluralidad de actores con múltiples peticiones, especialmente por parte de actores que exigían el reconocimiento de la legitimidad de sus palabras. “El objetivo es dar una versión real de la historia y reclamar justicia. Aquí memoria, verdad y justicia se confunden. En Chile, Pinochet instó a guardar silencio y olvidar lo que pasó, pero es importante saber que los `perdedores´ durante los primeros años tuvieron que permanecer callados por supervivencia”.

Un segundo aspecto tiene que ver con las marcas de memoria. Estas se expresan a través de fechas conmemorativas, construcciones, lugares históricos o divulgación de los recuerdos de los testigos en libros, documentos, etc. El 11 de septiembre chileno -que perdió su visibilidad internacional por el 11S- es un claro ejemplo. La fecha está sujeta al conflicto de cómo celebrar. Para algunos es la victoria y para otros es el hito que marca la derrota de un proyecto para construir un mundo más justo, y ambas posturas buscan ser validadas. “Este 11 de septiembre acaba de cumplir 40 años y sigue provocando conflicto porque sigue siendo recordado con sentimientos antagónicos”.

Los espacios de memoria tampoco son ajenos al conflicto. Parques y símbolos representan un pasado que no puede ser olvidado, pero a su vez también son lugares de encuentro de fuerzas sociales que a menudo discuten entre sí. Es el caso del Parque para la Paz (ex Villa Grimaldi, uno de los principales centro de detención y tortura de la Dirección Nacional de Inteligencia, DINA, en Chile) y el Parque de la Memoria en Argentina (a orillas del río Tigre, lugar donde fueron lanzados los cuerpos de los asesinados por los agentes de la represión). “Estos lugares fueron diseñados para promover encuentros entre las víctimas de la dictadura y reflexionar sobre las violaciones de los derechos humanos, pero con el tiempo se han transformado en parques comunes consecuentemente y se ha debilitado su significado como un lugar de memoria”. Un caso particular, es el monumento que recuerda a las víctimas de la violencia en la ciudad de Recife, en Brasil. Este monumento recoge en si las múltiples manifestaciones de la violencia y la represión en distintos momentos históricos desde las crueldades asociadas a la esclavitud, época de la cual las dictaduras latinoamericanas extrajeron muchos de sus métodos de tortura, hasta las víctimas de la dictadura y también a las víctimas actuales de la violencia.

Finalmente, la última variable es memoria y testimonio, la cual se refiere a la necesidad de preservación de los testimonios de quienes fueron actores de estos eventos tanto como recordatorio pero a la vez como objeto de análisis. La investigadora hace referencia al episodio llamado “La noche de los lápices”, ocurrido en la ciudad de la Plata, Argentina, entre el 15 y 21 de septiembre de 1976. En esa fecha agentes represores secuestraron y torturan a 9 estudiantes de enseñanza secundaria por protestar contra el alza del transporte público. Sólo tres jóvenes sobrevivieron, y uno de ellos, Pablo Alejandro Díaz, se convirtió en el símbolo de las víctimas de la dictadura, portavoz y refuerzo de esta memoria. Díaz ofreció más de tres mil conferencias entre 1986 y 1988 -hasta tres al día- especialmente en escuelas primarias y secundarias. ¿Por qué? Porque Pablo tuvo por objetivo transmitir su experiencia a los jóvenes para que se apropiaran de su historia y porque la memoria construida a partir de testimonios traumáticos y una mirada reflexiva del pasado puede ayudar a no repetirlo indefinidamente. En este punto, aparece el tema de cómo incorporar la memoria histórica en torno a las dictaduras como uno de los temas que deberían estar presentes en la formación educativa para que las generaciones jóvenes conozcan, reflexionen y sean capaces de construir sociedades distintas.

“Hay que recuperar la memoria pero ello no es la única fuente, no hay que dejar de lado la historia y sus fuentes, con la apertura de archivos y acceso a la documentación, hay posibilidades de estudiarlos, de analizar las lógicas que estuvieron detrás de estos eventos y pensar de manera crítica. Pero no podemos olvidar que la memoria cambia con el tiempo y también cambia para las generaciones posteriores, es una reconstrucción permanente donde el rescate del pasado gana significado cuando pretende transformar el presente” concluyó.

10/10/2013